Viajero Nomada en México

Juan Andrés por tierras mexicanas


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El Lector Empedernido

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El domingo por la mañana me corrieron de una librería. Vamos, que me echaron. Aunque más que librería era el Cementerio de los Libros Olvidados. Fui al centro de León a distraer la mañana del domingo. Visité el templo Expiatorio, una de las muchas iglesias que hay en la zona centro de la ciudad, junto a una amplia explanada. Según la Wikipedia es el máximo exponente de los templos neogóticos mexicanos y lo inauguró Benedicto XVI el año pasado, después de noventa años que ha durado su construcción, seguramente a ritmo de colecta. El caso es que andaba paseando esa mañana por la explanada junto a la iglesia cuando me fijé en un pequeño local con la puerta abierta, al otro lado de la calle. En el suelo, apoyado en la pared pude leer un cartel escrito a mano con letra desigual que decía “Librería el Lector Empedernido”. Desde lejos apenas se vislumbraba una esquina de una mesa cargada de libros asomando de entre una penumbra misteriosa. Me acerqué con curiosidad. Me quedé en la puerta, junto a la mesa que estorbaba en parte el paso. Efectivamente estaba cubierta por una montaña de libros en desorden que amenazaban caer hasta el suelo de cemento desconchado. La oscuridad que anegaba el local fue desapareciendo gradualmente conforme mis ojos se olvidaban de la fuerte luz del sol. El interior del lugar era estrecho y lo hacían aún más angosto varias estanterías de metal vencidas por el peso de centenares de libros viejos, de tamaños y encuadernaciones dispares. Una amalgama de literatura con aspecto fascinante. De un recodo apareció un señor algo extraño, bajito y taciturno, con una abundante melena que le llegaba hasta la mitad de la espalda y un poblado bigote que le hacían parecer una curiosa mezcla entre mesías religioso y revolucionario mexicano. No respondió a mis buenos días y en ningún momento dejó de moverse de acá para allá, aparentemente poniendo un orden imposible en aquel caos de libros. Comencé a toquetear los que había encima de la mesa, todos con aspecto ajado, algunos nuevos aunque ya deteriorados por el tiempo y otros usados. Al cabo de unos minutos, sin mirarme, el señor me pregunta que qué buscaba.

– Algo de novela. – Le digo.

– ¿Qué clase de novela?

No tengo ni idea de qué clase de novela busco. No le respondo nada concreto. Entonces me fijo en un ejemplar con buen aspecto de “el corazón de piedra verde” de Salvador de Madariaga. Una lectura interesante sobre la historia del México precolombino y la Conquista.

– ¿Qué precio tiene este?

– Doscientos pesos.

Me quedo asombrado. Doscientos pesos no son más que unos doce euros, pero me parece una barbaridad para un libro de ocasión. Los nuevos valen casi lo mismo.

– Un poco caro ¿no?

El mesías o revolucionario no me contesta. Sigue con la cabeza agachada sobre los libros que no se sabe bien si está emparejando o simplemente moviendo de sitio. Miro hacia el interior, hacia las estanterías arqueadas por el peso de quién sabe qué tesoros literarios.

– ¿Tiene algo sobre…

No me deja terminar la frase.

– No.

– … la Revolución Mexicana. – la acabo de todas formas. Se hace un silencio hosco.

– Si quiere vaya a mirar lo que valen los libros en cualquier otra librería.

Antes me he fijado en que enfrente, a treinta metros, hay una librería comercial normal, con aspecto incluso elegante.

– Bueno, no se ofenda usted. – Tengo el libro de Madariaga en la mano.

– Vaya, vaya a ver lo que valen los libros. No. Da igual, de todas formas aquí no le voy a vender nada. – Me quita el libro de la mano y lo deja sobre la mesa. Siempre sin levantar la vista.

Me quedo callado y salgo otra vez a la plaza del templo Expiatorio.

En la librería de enfrente, muy moderna y bien atendida por una chica simpática, encuentro otra edición del corazón de piedra verde. Vale veinte pesos más (un euro y veinte céntimos màs), pero está en perfecto estado. Sin embargo, no tienen nada sobre la Revolución Mexicana.